lunes, 15 de junio de 2015

Nuevo capítulo en la historia represiva del fascismo turco

  Una de las víctimas del atentado fascista del viernes.                       Reuters
Esta semana pasada se ha dado en Turquía una farsa sin precedentes con motivo de las elecciones al parlamento de este pasado domingo. Hablamos de una farsa cuando mediante este supuesto ejercicio democrático, legitimador del Estado turco como teórica democracia interclasista, se dan lugar diversos hechos supuestamente espontáneos pero que vistos con la perspectiva adecuada, señalan indudablemente a un nuevo capítulo a remarcar en la historia del Estado fascista turco, legitimado mediante la censura, la corrupción y por supuesto el terror.
Hablamos de los más de 200 ataques perpetrados estas últimas semanas, según medios internacionales, a sedes, miembros y simpatizantes del HDP, partido independentista kurdo de izquierdas con un amplio apoyo popular en las regiones kurdas ocupadas por Turquía. Varios de estos ataques, como el del siguiente vídeo de un mitin del pasado viernes del HDP, utilizando incluso paquetes bomba camuflados entre las multitudes.

Este vídeo muestra la primera de las dos bombas que explotaron en dos puntos del mitin en un breve espacio de tiempo, confirmándose hasta el momento cuatro víctimas mortales y más de 300 heridos.
Además, el miércoles fue asesinado a disparos (las autoridades policiales no han declarado a manos de quién) un militante del HDP que se encontraba dentro de un vehículo electoral, por no hablar de las decenas de detenciones a militantes del HDP bajo acusación de “planear disturbios para el día de las elecciones”. Pese a ello, ha llegado el día de las elecciones y un número significativo de la población (especialmente en la región kurda ocupada por Turquía) ha acudido a votar al HDP pese a las amenazas, la represión y la multitud de pucherazos denunciados en distintos puntos del país en favor del AKP y el MHP, ambos de extrema derecha. Mientras que el CHP, análogo al PSOE español, es una muestra también de complicidad con el sistema capitalista y el avance del fascismo.

Distribución de votos a lo largo de Turquía.
Los resultados de las votaciones han quitado a Erdogan, con una pérdida de cuatro millones de votos respecto a las anteriores elecciones, la mayoría absoluta. Con esta Erdogan planeaba una nueva reforma de la constitución que permitiese, si cabe, mayor grado represivo para asegurar la estabilidad del capitalismo mediante el terror. Sin embargo esto no es, ni muchísimo menos, la derrota definitiva contra el fascismo turco.
Todos los anteriores hechos descritos han sido censurados desde el primer momento por el Estado turco, prohibiendo la difusión y divulgación de los hechos acaecidos durante esta vil campaña represiva, presumiblemente orquestada por el Estado fascista turco con Erdogan a la cabeza. Esta pantomima, en la que no han dudado en valerse de todas las herramientas posibles para cohibir el voto al HDP de forma velada, ha sido obviamente criticada incluso por la misma comunidad internacional que hace la vista gorda cuando las instituciones turcas apoyan al Estado Islámico. En respuesta a esto, Erdogan no ha dudado en responder acusando de sedición y conspiración contra Turquía a los partidos y periodistas no afines, así como los medios de comunicación entre los que se encuentran CNN, BBC, The New York Times, el colectivo homosexual (con una fuerte presencia en el HDP) y lo que él llama “el lobby armenio”.
Mientras tanto, la comunidad internacional hace el mínimo eco de estos sucesos presentándolos como un clima caótico “quizá inducido por la desproporcionada campaña electoral a través de los medios de comunicación”, entendiendo estos hechos como actos aislados propios de ignorantes guiados por una espontanea influencia violenta. Estos mismos medios internacionales lacayos de la burguesía no han pensado que fuese oportuno mencionar detalles como el ahora ya legalizado permiso (y obligación) de la policía para disolver las manifestaciones a disparos. Hecho que ha producido, en una coyuntura de inestabilidad por la crisis, la corrupción, la represión y la colaboración del Estado turco con ISIS, una enorme respuesta popular pero, también, una represión brutal hacia los elementos más conscientes de la clase obrera.

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